SOLITARIO

Hacia tiempo que no escribía nada en el blog, pero hoy, mientras paseaba por el parque con mi perro, Ron, me crucé con él.

Caminaba solo, como siempre, con los hombros encogidos como si quisiera protegerse de algo que le amenazara. Su paso era lento y a lo lejos vi como se dirigía con tranquilidad hacia uno de los bancos de piedra con los que está sembrado el parque.

No era la primera vez que le veía, es uno de los usuarios habituales del parque a cualquier hora y con cualquier tiempo, aunque lo cierto es que suele visitarlo cuando hay poca gente. Se ve que es tímido y le gusta la soledad.

En otras ocasiones me he dado cuenta de como cambia de rumbo cuando aprecia que alguien se va a cruzar con él. No parece querer contactos con nadie...como digo es un solitario empedernido o bien es tímido hasta extremos insospechados.

El caso es que hoy, aprovechando la distancia vi, como digo, que buscaba un banco donde sentarse un rato al sol, y pecando un poco de picaresca puse rumbo hacia él. No pretendía hablar con él, ni establecer ningún tipo de contacto...únicamente me movía cierta curiosidad por pasar cerca de él.

Mi sorpresa fue que al pasar a su lado y darle los buenos días él me miró y vi como se limpiaba lo que parecía unas lágrimas que le caían por el rabillo del ojo...le saludé y seguí mi camino no sin antes recibir un educado "buenos días" por su parte.

Después, sin volver la vista atrás seguí caminando pensativo y me di cuenta de la terrible soledad que agobia a este hombre. En cierto modo me sentí identificado con él. Una soledad que llega a unos puntos en los que se convierte en angustia y que te oprime el pecho sin que exista nada que te pueda ayudar.

Después me di cuenta. Cometí un error. El error fue pasar de largo y no pararme a su lado para iniciar una conversación. Una conversación sin ningún objetivo específico, simplemente pasar junto a este hombre un par de minutos y que durante ese momento se hubiera olvidado de la soledad.