miércoles, 20 de junio de 2012

GENTE DE MALA FE

Cada día que pasa siento más asco por el lugar donde vivo. Y no lo digo porque sea un lugar más bonito o más feo, con más oportunidades o con menos. Simplemente lo que me da asco de este lugar es la gente que también vive aquí.

Es tremendamente triste ver como a diario, la principal preocupación de la gente de este lugar no es otra que tratar de joder al primero que se cruza en su camino. Y no porque hayan tenido algún roce previo, nada de eso, simplemente porque si.

Aquí con lo que más disfruta la gente es con el daño que puedan causarle a cualquiera, sin importar el motivo ni por supuesto las consecuencias que esa forma de actuar pueda tener. La gente se regodea de la desgracia de los demás y si no eres desgraciado siempre habrá alguien que intente hacer cambiar tu suerte con mentiras, acusaciones a destajo y promoviendo tu mala imagen en todos lo ámbitos, de forma que cuando vas por la calle por determinados ambientes te da la impresión de que eres el blanco de todas las miradas e incluso llegas a sentirte mal o culpable por vete a saber que cosa.

La población de este pueblucho, porque eso es lo que es esto, un pueblucho de mierda, mal visto en todos los pueblos de alrededor, es envidiosa, con mal corazón, totalmente faltos de la mínima nobleza en sus formas de hacer las cosas. Gustan de la puñalada trapera por la espalda en cualquier momento y son expertos de hacerlos justo cuando más te puede doler.


He de confesar que no tengo amigos aquí, y eso que llevo aquí toda mi vida. Pero he de aclarar una cosa, tampoco los quiero, y menos después de lo sufrido en el último año por parte de los que pensaba que eran incluso más que amigos. A la gente de este pueblo, cuanto más lejos las tenga mejor. Dan verdadero asco. Antes me daban lástima, pero viendo a diario que a ellos les gusta ser así, esa lástima dio paso a un asco visceral, que me provoca auténticas arcadas según que casos.

De los pocos amigos conocidos que conservo, algunos siguen residiendo aquí, pero por su trabajo pasan, afortunadamente para ellos, la mayor parte del tiempo fuera, y el poco que pasan dentro lo pasan con sus familias (y bien que hacen, para lo que se pueden encontrar aquí).

Irnos fuera, cuanto más lejos mejor. Ese es nuestro sueño, pero claro tenemos que pensar en nuestros hijos; someterlos a un cambio tan radical no es bueno y tenemos que aguantar todo lo que el cuerpo y, sobre todo, la mente, den de si.

Nada me ata a esta tierra y muchas cosas hacen que sienta una repulsión enfermiza por tener que vivir en ella. Repulsión que me afecta a diario en mi vida y en mi trabajo y que llega a unos extremos que hacen plantearse con fuerza huir, porque no sería emigrar ni irnos, sería HUIR


Lo peor de todo es que, aparentemente, no hay motivos para que la gente sea así. Habrá quien piense que la crisis hace que la gente esté tensa, pero no, la crisis no tiene nada que ver y la gente aquí siempre ha sido igual desde que tengo uso de razón. Debe ser algo genético, tan metido en el alma de los habitantes del lugar que pasa de generación en generación sin que nada se pueda hacer para evitarlo.

Y esa forma de actuar, junto con la mencionada crisis acabarán en poco tiempo con lo poco que queda de este pueblo milenario, según la historia, y con sus gentes. Y lo peor es que nadie, ni ellos mismos sentirán la más mínima pena por lo que esa pérdida pueda suponer.

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